viernes, 19 de abril de 2013

Hay cosas que siempre se pueden hacer. Un fragmento de una entrevista a Basil Bernstein

     El sociólogo británico Basil Bernstein fue entrevistado por Cuadernos de Pedagogía en octubre de 1979. Después de casi 35 años, me parece que sus análisis siguen ayudándonos a pensar y a actuar. Preguntado por las relaciones entre el cambio social y el cambio educacional, respondió:

     "Desde mi punto de vista, si no hay cambios en la sociedad, la cantidad de cambios posibles en la educación está ciertamente restringida; esto no quiere decir que si no hay cambios en la sociedad los cambios educativos sean imposibles; sólo quiere decir que los objetivos y estrategias para el cambio serán restringidos. Sociedad y educación no son términos que puedan tomarse aisladamente, porque la sociedad está viva en el interior de la escuela; en ningún otro sitio como en la escuela se revela tan vivamente la sociedad, implícita y explícitamente. Para cambiar las posibilidades de cambio en la escuela se requieren cambios fuera de la escuela, en las estructuras políticas y económicas; por tanto, a menos que haya cambios a nivel político y económico es difícil introducir cambios en las posibilidades de cambio. Pero esto no debe hacer olvidar que en cualquier circunstancia hay cosas que siempre se pueden hacer: uno puede empujar: siempre que sea posible se debe empujar, se deben poner al descubierto los presupuestos ideológicos escondidos tras las prácticas educativas, se debe hablar y publicar, porque esto hace que el debate y la discusión se mantengan, que las contradicciones se vayan poniendo de manifiesto, vayan saliendo a la luz; esto es lo que debemos hacer siempre".
(...)

     "Creo que en los maestros hay un potencial para el cambio y que se deben aprovechar las formas de utilizar ese potencial. El problema es que la enseñanza es una actividad aislada y aisladora: uno llega a la escuela, da su clase y se marcha de la escuela sin haber hablado apenas con otros profesores (algo parecido les sucede también a los niños); es una actividad muy aislada. Hay que encontrar fórmulas para reunir a los maestros, crear estructuras que permitan a los maestros juntarse –y mejor en pequeños grupos que en grandes asambleas–, reunirse y hablar y discutir de esos problemas sin sentirse perseguidos por esos mismos problemas. Todo esto son posibilidades, son cosas que pueden hacerse a pesar del hecho de que las estructuras políticas y económicas externas a la escuela controlen las posibilidades de cambio en el interior de la escuela (porque realmente hay un control en este sentido, yo sostengo que cuando la economía de un país es boyante, la escuela se hace más experimental y la jerarquía se relaja en su interior; tan pronto como la economía va mal y aumenta el desempleo, la escuela es más jerárquica y menos experimental)".

martes, 9 de abril de 2013

El autoaprendizaje como forma de vida... con José Luis Sampedro

     Un día triste al conocer la muerte de José Luis Sampedro. Recupero un post que publiqué hace tiempo en el blog y añado una de sus últimas entrevistas –de hace pocos días– en la que critica con dureza la política educativa del ministro Wert y repasa algunos momentos de su vida. Me gusta especialmente el impacto que le causó el encuentro con milicianos anarquistas durante la guerra civil y la manera de entender la vida como un autoaprendizaje permanente:
  
     "A mí me movilizaron. Yo era un chico que estudiaba y me mandaron con siete u ocho compañeros a un batallón anarquista a cubrir bajas. Pero resultó que era una gente estupenda. Me fascinaron, me dejaron encantado de la vida. Tenían principios éticos muy notables, muy sólidos, y me dieron unas lecciones de política y de una manera de vivir que a mí no me había sugerido nadie nunca.
     Pero el ambiente era aterrador. Recuerdo el momento de mi incorporación a filas: llegamos de noche al campamento donde estaban acantonados los soldados. Un escenario que daba miedo: noche en la alta montaña, en las alturas de Santander y yo tenía solo 19 años. A la mañana siguiente yo, que madrugo mucho, me levanté y salí. Había un regato de aguas y fui a lavarme. Entonces apareció un viejo anarquista —la mayoría eran hombres mayores, de 30 o 40 años en adelante—, se acercó y me dijo: “Hombre, tú eres de los chicos que han llegado anoche”. Y dije: “Sí, señor”. A lo que me contestó: “Aquí no hay señor, aquí no tenemos ni dios ni amo”. Aquello en ese momento me chocó muchísimo, pero más tarde me parecieron muy bien las dos cosas."


 
      "Yo comparo la educación con un árbol. Parte de una semilla, y en ella hay unas potencialidades, lo mismo que el hombre nace con unas potencialidades en los genes. Luego esas potencialidades se verán reforzadas o dificultadas, o complementadas dependiendo de las circunstancias en que se nace y se crece. Pero dentro de esas condiciones impuesas por nuestro origen y el mundo que nos rodea, podemos tomar decisiones y elegir un camino u otro. Muchas veces se dice que no tenemos libertad porque dependemos de muchas cosas, es cierto, pero también hay un margen para nuestras propias decisiones y elecciones. Podemos elegir entre depender de unas circunstancias o de otras, ser colaborador de una cosa o de otra, es decir, puedes ir conformándote".

     (...)
     "¿Y quién es uno? Pues no se sabe muy bien. Porque como uno se va haciendo a lo largo de la vida, va cambiando de una manera o de otra. Pero en el interior de cada uno, siempre que se haya aprendido a pensar libremente, hay una especie de brújula que, si bien muchas veces no nos dice lo que tenemos que hacer, casi siempre nos dice lo que no tenemos que hacer".

domingo, 7 de abril de 2013

Contra el racismo. La escuela de la fraternidad

     Los insultos racistas hacia los chicos y chicas sudamericanos, magrebíes o chinos están a la orden del día en muchos centros escolares. Resulta muy difícil –pero, al mismo tiempo, urgente– desactivar los mecanismos de rechazo al otro. Unos mecanismos (¿invisibles?) que cobran más fuerza en tiempos de crisis como los que estamos viviendo. Contribuir en lo posible a esa tarea de desactivación no es –o no debe ser– una tarea secundaria en la educación.
     "Moro de mierda", "indígena" o "negro" son insultos corrientes que algunos adolescentes emplean alegremente contra otros. Esas palabras nada inocentes van construyendo un discurso soterrado de odio y manifiestan una relación de abuso y de poder entre los que son mayoría y los que están en minoría. Cuando intervienes como profesor, quienes han lanzado esos insultos se escudan diciendo que son bromas. Cuando hablas a solas con las víctimas de esas bromas, percibes rápidamente que son dolorosas y vejatorias, pero difíciles de combatir.
     Permanecer impasible ante esos insultos, hacer como si no pasara nada, no es algo inocente. Desmontar mitos y prejuicios desde los conocimientos y la educación en valores resulta prioritario en nuestros días.
     Soledad Gustavo escribía en un artículo de principios del siglo XX que la nueva enseñanza debía abrazar en su seno la idea de la libertad y de la tolerancia, del amor a la humanidad entera, sin distinción de razas ni de religiones: todos somos hermanos en naturaleza, todos debemos ser educados e instruidos en la escuela de la fraternidad.
     Los tiempos son muy distintos, pero en esa tarea estamos también en 2013.

[Soledad Gustavo: "De la enseñanza". En Contra la ignorancia. El Viejo Topo, 2013]